May 14th, 2025
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El presidente Donald Trump inició su periplo cuatrienal por el Oriente Medio este martes al encontrarse con el gobernante de facto de Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, para abordar los esfuerzos estadounidenses dirigidos a desmantelar el programa nuclear iraní, poner fin a la contienda en Gaza, mantener a raya los precios del crudo, entre otros temas.
El príncipe Mohammed dispensó un efusivo recibimiento a Trump al descender este del Air Force One, marcando así el proemio de su periplo por Oriente Medio.
Ulteriormente, sendos mandatarios se retiraron a un vasto salón en la terminal aérea de Riad, donde a Trump y a su séquito les ofrecieron café arábigo vernáculo, asistidos por personal ataviado con cinto ceremonial para pertrechos.
El boato se desplegó ostentosamente con antelación a la llegada de Trump, cuando los F-15 de la Real Fuerza Aérea Saudí rindieron una escolta honorífica al Air Force One en su aproximación a la capital del reino.
La comparecencia de Trump y del príncipe Mohammed en un ágape en el Tribunal Real estaba consignada en sus respectivas agendas. Al evento fueron convidados diversos prohombres del mundo empresarial, entre quienes se contaban Stephen Schwarzman, consejero delegado de Blackstone Group; Larry Fink, consejero delegado de BlackRock; y Elon Musk, consejero delegado de Tesla y SpaceX.
Musk, asimismo, encabeza el Departamento de Eficiencia Gubernamental, una controvertida iniciativa de la segunda administración concebida para confrontar el dispendio, el fraude y la malversación en el seno del gobierno estadounidense.
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El conglomerado petrolero saudí Aramco ha divulgado sus resultados del primer trimestre, revelando un beneficio neto de 26.000 millones de dólares, lo que supone un descenso interanual del 4,6%.
Ulteriormente, el príncipe heredero agasajará a Trump con una cena de gala, amén de que se prevé la participación de Trump el martes en una conferencia de inversiones saudiestadounidenses.
"La sinergia entre saudíes y estadounidenses es una fuerza proactiva, engendrando a menudo resultados extraordinariamente favorables —de hecho, frecuentemente grandiosos", aseveró el ministro de Inversiones saudí, Khalid al-Falih.
Arabia Saudí, junto a sus homólogos de la OPEP+, ha avalado incondicionalmente la agenda de Trump, particularmente al inicio de su segundo mandato, mediante un incremento sustancial en la producción petrolera, en consonancia con la axiomática convicción del presidente de que la energía a bajo costo constituye un pilar sine qua non para la desinflación y la reducción de los gravámenes económicos sobre la población estadounidense, aderezado con la hipótesis presidencial de que la contención de los precios del crudo catalizará la resolución del conflicto bélico en Ucrania.
A pesar de la diversificación incipiente, la economía saudí continúa anclada al crudo, requiriendo la monarquía un breakeven fiscal de 96-98 dólares por barril para cuadrar sus cuentas. La sostenibilidad de los actuales niveles de extracción por parte de la OPEP+, con Arabia Saudí como hegemón, se antoja incierta, habida cuenta de que el Brent claudicó el lunes a 64,77 dólares por barril.
"Ergo, la tesitura de los estados ribereños del Golfo, ante la coyuntura de precios del crudo en franco declive, no estriba per se en la inviabilidad de sus programas de diversificación económica, sino, incuestionablemente, en una sensible complejización de los mismos", aseveró Jon Alterman, analista senior de Oriente Medio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.
La elección del reino saudí como primer destino exterior del mandato presidencial de Trump se cimentó en la promesa de cuantiosas inversiones en suelo estadounidense; empero, este periplo diplomático inaugural fue ulteriormente precedido por un viaje a Italia el mes pasado para asistir a las exequias del pontífice Francisco.
La tríada de naciones contempladas en el periplo presidencial —Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos— acoge un portafolio de emprendimientos inmobiliarios de considerable envergadura bajo la égida de la Organización Trump, entidad capitaneada por los primogénitos de Trump. Esta panoplia de proyectos abarca, inter alia, una prominente torre en Yeda, un opulento establecimiento hotelero en Dubái y un complejo residencial de villas y un campo de golf en Qatar.
Trump se afana en validar la eficacia de su quid pro quo en la palestra geopolítica, a pesar de las invectivas demócratas que censuran cómo su embate arancelario planetario y su posicionamiento respecto al contencioso ruso-ucraniano están erosionando la cohesión de EE. UU. con sus aliados.
Se anticipa que, en aras de afianzar vínculos estratégicos, se rubricarán pactos con las tres opulentas naciones, con miras a abarcar áreas de vanguardia como la inteligencia artificial, la intensificación de la cooperación energética y, previsiblemente, transacciones de armamento adicionales a Arabia Saudita; en este sentido, cabe recordar que a comienzos del presente mes, la administración ya había dado su beneplácito preliminar a la enajenación de misiles aire-aire valorados en 3.500 millones de dólares, destinados a la flota de cazas saudíes.
Empero, la arribada de Trump a Oriente Medio se produjo en un instante en que sus principales baluartes regionales, Israel y Arabia Saudita, distaban de comulgar plenamente con su planteamiento estratégico.
En vísperas del viaje, Trump proclamó el cese por parte de EE. UU. de una campaña de bombardeos que, durante casi dos meses, había fustigado a los hutíes en Yemen, aseverando que los insurgentes respaldados por Irán se habían constreñido a desistir de sus acometidas contra navíos que transitaban una arteria comercial global de envergadura vital.
La administración no cursó notificación a Israel —entidad que sigue siendo blanco de los hostigamientos hutíes— acerca de este pacto antes de su divulgación pública por parte de Trump, lo cual constituyó el enésimo corolario de la proclividad de Trump a sumir a los israelíes en la incertidumbre en torno a las deliberaciones de su gobierno con adversarios compartidos.
La administración demoró hasta marzo para notificar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el inicio de las negociaciones con Hamás concernientes al conflicto en Gaza; asimismo, Netanyahu fue informado de las conversaciones nucleares en curso entre Estados Unidos e Irán únicamente cuando Trump las hizo públicas durante una visita del líder israelí a la Oficina Oval el mes pasado.
El premier Netanyahu proclamó la semana pasada, tras el anuncio de la tregua con los hutíes orquestada por Trump, que Israel exhibirá un pleno ejercicio de su derecho a la autodefensa; "empero, si otros se aúnan a nuestra causa —singularmente, nuestros aliados estadounidenses—, el beneficio se torna exponencial."
William Wechsler, alto directivo del Centro Rafik Hariri y de los Programas para Oriente Medio en el Atlantic Council, aseveró que la exclusión de Israel por parte de Trump en su periplo inicial por la región reviste una singularidad notoria.
"El corolario medular que se deduce de este exordio, al menos según el itinerario actual, es que las administraciones del Golfo se postulan, en efecto, como contertulios más avezados del presidente Trump que el régimen israelí en curso", aseveró Wechsler.
Entretanto, el expresidente Trump parece albergar expectativas de retomar su proyecto cuatrienal primigenio, cuyo propósito era normalizar las relaciones entre las potencias preponderantes del Medio Oriente, a saber, Israel y Arabia Saudita. Dicho esfuerzo, conocido como los Acuerdos de Abraham, fructificó en la anuencia de Sudán, los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos para establecer vínculos diplomáticos plenos con Israel.
No obstante, Riad ha supeditado la normalización a la consecución de salvaguardias de seguridad por parte de EE. UU., asistencia con su programa nuclear y progreso sustancial hacia la instauración de un Estado palestino, objetivo que parece sumamente improbable de alcanzar en el contexto actual de la contienda entre Israel y Hamás, exacerbada por las inminentes amenazas israelíes de incursión y ocupación en Gaza.
La semana pretérita, el príncipe Mohammed agasajó al vicepresidente palestino Hussein Sheikh en Jeddah, con ocasión de la primera incursión foránea de Sheikh desde su entronización en abril.
Hussain Abdul-Hussain, investigador de la Fundación para la Defensa de las Democracias, postuló que la gestualidad del príncipe heredero insinúa veladamente a Trump que la consolidación de un estado palestino deviene indispensable para que Riad contemple la posibilidad de entablar un proceso de normalización diplomática con Tel Aviv.
A tenor del *modus operandi* saudí en lo que respecta a la enunciación de sus designios, esta declaración ostenta el inequívoco carácter de un exordio admonitorio: "Ni alberguéis la pretensión de impetrarnos la exhibición de gestos de benevolencia en aras de la normalización", apostilló Abdul-Hussain.
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