May 9th, 2025
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A medida que el presidente Donald Trump se prodiga en disertaciones sobre sus gestiones para consensuar tratados comerciales con los homólogos de Estados Unidos, el panorama arancelario se torna más intrincado, extremo que su propio *staff* ratifica, aduciendo que Trump capitaliza la "incertidumbre estratégica" en pro de sus intereses.
Trump asevera que Estados Unidos no está constreñido por la necesidad de suscribir ningún acuerdo multilateral, al tiempo que afirma la factibilidad de rubricar una veintena y media de tales pactos de manera perentoria. Manifiesta su búsqueda de convenios equitativos en la totalidad de los frentes de negociación y declara su indiferencia ante las dinámicas de los mercados foráneos. Señala que su gabinete está en disposición de entablar diálogos para consensuar los términos de un acuerdo, aunque también contempla la prerrogativa de imponer unilateralmente un conjunto de gravámenes arancelarios.
«Entiendo que desentrañar su enjundia me resulta arduo», manifestó Chad Bown, investigador principal del Peterson Institute for International Economics, a través de correo electrónico.
A pesar de que el equipo de Trump esgrime su proceloso *bestseller* "El Arte de la Negociación" como epítome de su presunto *master plan*, la ecúmene se halla sumida en la zozobra, lo que ha propiciado un mercado bursátil errático, moratorias de contratación y un sinfín de contingencias, incluso cuando Trump sigue prometiendo la inminencia de nuevas factorías y la génesis de empleo.
En el marco de cualquier avenencia, Trump aspira a preservar la vigencia de algunos de sus aranceles, arguyendo la convicción de que los gravámenes a la importación tienen la potencialidad de generar cuantiosos ingresos para un erario federal aquejado por un ingente endeudamiento, por más que la consecución de un pacto, desde la perspectiva de otras naciones, esté intrínsecamente ligada a la abolición de dichos tributos.
“Son un recurso inestimable para nosotros,” aseveró Trump en fechas recientes refiriéndose a los aranceles. “Si se pueden implementar, si se puede prescindir de su implementación, nos reportarán una opulencia significativa. Y estaremos sufragando débitos, minoraremos sus gravámenes de modo considerable porque se recaudarán cuantías tan ingentes que estaremos en disposición de mitigar sus impuestos incluso por debajo de la desgravación fiscal que percibirán.”
En el transcurso del presente ejercicio fiscal, la administración estadounidense ha devengado 45,9 millardos de dólares por concepto de exacciones arancelarias, lo que representa un incremento aproximado de 14,5 millardos respecto al ejercicio precedente, conforme a las estimaciones del Bipartisan Policy Center. Tales emolumentos podrían experimentar un repunte exponencial habida cuenta de la gabela base del 10%, el gravamen del 145% que incide sobre los bienes de manufactura china y las imposiciones tributarias de hasta el 25% aplicadas a las importaciones de acero, aluminio, vehículos automotores y las procedentes de México y Canadá.
Para materializar los objetivos declarados por Trump de liquidar la deuda de 36 billones de dólares y mitigar la carga impositiva sobre la renta, sus gravámenes arancelarios tendrían que generar un óbolo mínimo de 2 billones de dólares anuales, eludiendo simultáneamente un colapso económico que precipite un detrimento en la recaudación fiscal total. Esta coyuntura es, en términos matemáticos, prácticamente irrealizable.
La administración republicana ha manifestado que diecisiete de sus dieciocho interlocutores comerciales primordiales les han presentado, en esencia, hojas de términos, que desglosan las potenciales concesiones que estarían dispuestos a asumir, siendo la consecución de un entendimiento mutuo de dichos términos meramente el proemio de cualquier entente comercial.
Sin embargo, persiste una nebulosa entre los homólogos foráneos acerca de las intenciones precisas de Trump o la viabilidad de plasmar sus acuerdos en un tratado perenne. Adicionalmente, les concierne que Trump, tras ratificar el Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá en 2020, haya gravado a esos mismos socios comerciales con nuevos aranceles este año.
Durante un cónclave con Trump el martes, el primer ministro canadiense Mark Carney propuso que la subsecuente iteración de dicho acuerdo debiera ser robustecida para soslayar una reiteración de los gravámenes relacionados con el fentanilo que Trump impuso *ad hoc* este año y que Canadá juzgó arbitrarios.
Ciertas estipulaciones de este convenio habrán de ser objeto de enmienda, según manifestó Carney.
El 145% de aranceles impuestos a China, así como los aranceles del 125% que Pekín impuso como represalia a Estados Unidos, proyectan una sombra ineluctable sobre la totalidad del proceso negociador. El Secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha admitido explícitamente que tales gravámenes resultan indefendibles a largo plazo.
Los coloquios inaugurales entre los Estados Unidos y China, previstos para desplegarse este fin de semana en Suiza, se anticipa que se circundarán a la exploración de vías para mitigar las tensiones, pertrechando así el terreno para la ulterior prosecución de negociaciones sustantivas.
El quid de la cuestión reside en la hegemonía manufacturera de China, que paradójicamente la erige en un exportador preeminente capaz de subvertir las industrias endógenas. Dado que el Estado chino constriñe el consumo doméstico en aras de la producción, la demanda global se ve compelida a absorber su vasta producción, ausente una suficiente tracción interna. Estados Unidos, en su afán por reconfigurar el equilibrio comercial, ha incurrido en el dislate de imponer gravámenes arancelarios a naciones que, de facto, podrían constituir aliados naturales en la salvaguarda de sus sectores automotriz y tecnológico frente al coloso asiático.
Es palmario que, en este intrincado entramado comercial, China se erige como el actor de mayor calado.
El vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Lin Jian, ha planteado que una medida preponderante para que la administración Trump catalice las negociaciones estribaría en la aminoración de su alocución y la imposición arancelaria punitiva.
"Si los Estados Unidos ambicionan una solución dialogada y negociada al conflicto, deberían abstenerse de recurrir a las amenazas y la coacción, optando en su lugar por un diálogo con China cimentado en la igualdad, el respeto mutuo y la reciprocidad de beneficios," declaró Lin el martes.
Interrogado el miércoles acerca de si contempla la reducción de aranceles a China como requisito sine qua non para la reanudación de las conversaciones, Trump respondió con una negativa categórica.
El mandatario, asimismo, desmintió las afirmaciones del régimen chino en el sentido de que su gabinete hubiese promovido las conversaciones en Ginebra: «Pues, creo que deberían reexaminar sus anales históricos», replicó Trump.
¿Sería menester la anuencia del Congreso para refrendar un eventual pacto?
No es axiomático.
La promulgación unilateral de aranceles omnímodos por parte de Trump, obviando la venia congresual y amparándose en la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional de 1977, ha jalonado una plétora de litigios, a lo que se suma la aseveración gubernamental de que cualquier renegociación arancelaria sortearía la ratificación parlamentaria.
Anteriormente, los presidentes, con Trump en su primer mandato ejemplificando esta praxis a través de su acuerdo de "Fase Uno" con China, se circunscribían a la negociación de "pactos de alcance más restrictivo, que pivotaban sobre selectas controversias comerciales y arancelarias de índole bilateral," de acuerdo con un informe del Servicio de Investigación del Congreso, cuya última revisión data de abril de este año. Otros paradigmas de estos acuerdos de alcance limitado incluyen un convenio de 2023 sobre minerales críticos y un pacto de 2020 sobre comercio digital con Japón.
El quid de la cuestión estriba en que Trump, en su discurso negociador, también ha imbricado obstáculos no arancelarios, tales como las normativas de seguridad automotriz y los impuestos sobre el valor añadido recaudados en Europa, aspirando a que otras naciones reformen sus políticas no arancelarias a cambio de que Estados Unidos mitigue los gravámenes arancelarios de reciente instauración, lo que a su vez podría suscitar la objeción de otros países respecto a las subvenciones que Estados Unidos dispensa a sus empresas.
Postular, en puridad, la consecución de un acuerdo que subsumiese tanto la supresión de las barreras no arancelarias como la consecuente enmienda de la legislación estadounidense conminaría, *sine qua non*, al beneplácito de ambas cámaras, la de Representantes y el Senado, según se desprende del informe del Servicio de Investigación del Congreso.
¿Es lícito considerar un acuerdo aquello que Trump impone de forma unilateral?
Trump ha propuesto la imposición unilateral de acuerdos internos y una tasa arancelaria, de no alcanzar la aquiescencia de otras naciones, a pesar de haber implementado un sistema tributario aduanero, formalmente designado como "Día de la Liberación", el 2 de abril; subsiguientemente, la publicación de estos gravámenes de importación por parte de Trump desencadenó una disminución del mercado financiero, lo que le conminó a diferir, por un período de noventa días, la ejecución de ciertos aranceles novedosos y a aplicar la tasa primordial del 10% mientras se proseguían las concertaciones.
El presidente Trump podría optar por la desescalada arancelaria, desistiendo de la imposición de gravámenes previamente anunciados, siempre y cuando interprete que otras naciones han materializado concesiones recíprocas de suficiente entidad; un planteamiento que, en esencia, equivale a una posición inmutable de la parte estadounidense, dado el carácter novatorio de las medidas arancelarias. No obstante, no es descartable que Trump decida suspender sus medidas arancelarias aun sin haber conseguido contraprestaciones significativas.
"La trayectoria negociadora de Trump se caracteriza por la formulación de exigencias desmedidas para ulteriormente claudicar a medida que las conversaciones progresan, ergo habrá que dilucidar la perdurabilidad de su estrategia," aseveró William Reinsch, asesor principal del Center for Strategic and International Studies, un *think tank* con sede en Washington. "Sin embargo, hasta la fecha, es patente que las naciones que se presentan con la pretensión de entablar una negociación comercial 'convencional' donde ambas partes concurran en concesiones significativas se topan con un rechazo."
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