La presea áurea obtenida por la atleta transgénero AB Hernandez en las modalidades de salto de altura femenino y triple salto durante el campeonato de atletismo de secundaria de California desató una polvareda de controversia, atrayendo un escrutinio mediático a nivel nacional, máxime cuando su participación se vio facilitada por una modificación ad hoc del reglamento, promulgada por el ente rector californiano, que, contraviniendo la equidad competitiva, permitió la concurrencia y ulterior victoria de una atleta adicional en pruebas donde Hernandez ya había asegurado su clasificación; empero, este éxito deportivo se vio empañado por las virulentas protestas de los opositores a la inclusión de atletas transgénero en competiciones femeninas, siendo la implementación de esta nueva política por parte de la Federación Interescolar de California una respuesta directa al meteórico ascenso de Hernandez y un acatamiento de la legislación californiana que consiente a los estudiantes trans competir en equipos segregados por sexo en consonancia con su autodefinida identidad de género, aunque los detractores arguyen que tal alteración normativa no hace sino exacerbar la perplejidad reinante, erigiéndose esta controversia como un microcosmos de la polarización social, reflejada en una reciente encuesta que revela que una abrumadora mayoría, aproximadamente el 70%, de los adultos estadounidenses se oponen vehementemente a la participación de atletas transgénero en el deporte femenino, independientemente del nivel competitivo.